Después pasábamos a proyectar las minúsculas instalaciones en la pared con ayuda de un  proyector de transparencias. Nos sorprendía el contraste de tamaño y de color. Muchas veces las esculturas estaban llenas de color pero muchas piezas se convertían en imágenes blanco y negro al ser proyectadas. Sólo se mantenían piezas como los acetatos que son translúcidos.

De una escultura en tres dimensiones pasábamos a la imagen bidimensional. Era la unión de la escultura y el cine proyectado, el contraste entre lo minúsculo y lo gigante.